Un Belén de gominolas

Se acerca la Navidad y qué mejor manera de celebrarlo que con una de nuestras tradiciones más ancestrales: el Belén.
Desde que San Francisco de Asís, en el año 1223, iniciara estas representaciones tal como las conocemos ahora, cristianos de todo el mundo se afanan año tras año en conmemorar de este modo el misterio del Nacimiento del Señor.
En esta ocasión, nuestros pequeños han querido recrear las escenas de Belén de una forma muy especial, utilizando para ello una de las cosas que más les gustan: las chucherías. Cada uno de ellos ha aportado eso con lo que disfrutan cada día y unido a su esforzado y concienzudo trabajo han dejado volar su imaginación para que todos disfrutemos con ellos y nos acerquemos un poco más a este profundo misterio.

Las manitas de estos niños han recreado la Navidad que anida en sus corazones. Utilizando eso que tanto les gusta: gominolas, caramelos, gusanitos… han sacrificado lo que probablemente más les gustaría, comérselo, por hacer algo que nos acerque a Jesús. Han dado parte de lo que más valoran para que los demás puedan acercarse a lo que es realmente importante. Y, lo que muchos podrían pensar que es duro, lo han hecho con alegría, disfrutando cada momento, cantando villancicos, compartiendo lo que cada uno podía aportar, porque saben que la recompensa es aún mayor que todo ese esfuerzo: la recompensa es Jesús. Conseguir que alguien lo conozca a través de su trabajo y pueda acercarse a Él.

Mediante la representación de escenas cotidianas nos recuerdan que el nacimiento del Señor ha de producirse cada día: en la pescadería, en la panadería, lavando, cuidando el ganado, en el campo, pescando, jugando,… en el trabajo y en el ocio. Pero no basta con repetir este gesto tradicional, aunque sea importante. Como nos recuerda el Papa: “Hay que intentar vivir en la realidad del día a día lo que el pesebre representa, es decir el amor de Cristo, su humildad, su pobreza.”

Nunca como en estas fechas se ponen de relieve las palabras evangélicas: "Si no sois como niños no entraréis en el reino de los cielos" (Mt. 18, 3). Si no os hacéis como niños no entenderéis lo más básico del Evangelio que consiste en saber que el protagonismo de la historia no es de los hombres sino de Dios. Estos pequeños nos recuerdan que el pesebre es una escuela de vida donde podemos aprender el secreto de la verdadera alegría. Es una alegría que llena el corazón de quienes, aun en las dificultades, saben que Dios viene a tomarnos de su mano, para no abandonarnos jamás.

Hagámonos como estos pequeños, preparémonos y busquemos un hueco en nuestros corazones donde poner un pesebre para que vuelva a nacer Jesús en cada uno de nosotros.

Y, por supuesto, id preparando el Nacimiento en vuestros hogares con la expectación y ternura con la que María esperaba acoger la venida al mundo del Salvador de todos los hombres.

Merce Manrique Canto